Un castillo en Francia

Con esta frase compuesta por cantautor local, Ernest Barrère en el dialecto bearnés, y que viene a decir, Monfort es mi pueblo en la cima de una colina de renombre; comienza esta bonita historia en la región de Bearne. Nuestra protagonista, Sara Silm, necesitaba un cambio de aires y unos amigos le recomendaron a ella y a su marido acercarse a esta región donde acabaron comprando un antiguo castillo que no solo reformaron, sino que lo convirtieron en su nuevo hogar.

Durante varios meses Sara, proyectó la reforma de este chateau de mediados del siglo XIX que había pasado por varios propietarios para terminar en las manos de una pareja australiana y sus tres hijos. Aunque de manera local, se le denomine como “castillo” en realidad es una maison de maître o casa patronal, que habitualmente eran construidas por la nobleza local gracias a la explotación agrícola de sus tierras. Al ser el edificio más grande de un pequeño pueblo de 184 habitantes, recoge de manera popular el nombre de chateau.

Los suelos de esta vivienda fueron recubiertos con losas de mármol travertino con acabado envejecido, tanto para el interior de la cocina o la sala de estar, como en el exterior para el pavimento alrededor de la piscina. Su paleta de colores crema y miel complementó perfectamente con los muros de la casa y su superficie irregular, le proporciona un diseño rústico con todas las ventajas que ofrece la piedra natural.

El travertino de CUPA STONE, se convierte así en los cimientos de un proyecto que nace en la imaginación de una persona tan aventurera como Sara, pero que, a pesar de tener la cabeza en las nubes, camina con los pies en el suelo. Y con el sueño de terminar una vivienda para toda su familia, decide escoger los mejores materiales, no solo por su calidad de vida, sino por ese sentimiento intangible que te aporta la piedra natural, que es la calidez y el abrigo de un hogar para toda la vida.

Además de los suelos de la casa y la piedra que se utilizó en el exterior, a uno de los lados de la parcela se encontraba un antiguo granero que servía de conserjería en el pasado además de lugar donde hacer el vino. Con dos pisos, el plan era hacer una pequeña casa de invitados con cocina, comedor, dormitorios y una pequeña sala de estar, de esta manera podrían compartir un lugar para estar con amigos o invitados que también se sintieran como en casa.

Los interiores fueron complicados, ya que escoger un estilo que te contente del todo no siempre es fácil, además de darle el toque francés que Sara quería encontrar. Razón de más para la elección del travertino en el suelo, que ayuda a combinar un diseño rústico y tradicional con ese encanto de aldea bearnesa que se buscaba en este proyecto.

En la puerta de la entrada a la casa, a un pie de las escaleras del hall, Sara ya sabía que estaba dentro de su nuevo hogar. Fruto de la casualidad, la encontró y al llamar para solicitar una visita, obtuvo el hueco de una cancelación anterior, y en tan solo 20 minutos ya estaba segura. Donde otros hubiesen visto polvo, sabanas sucias, un trabajo muy laborioso y mucha dedicación; ella, citando textualmente sus palabras “Allí vi un hogar, nuestro hogar -y en cuestión de semanas, esta y todo el polvo que había bajo las sábanas era nuestro”.